Si algo puede decir Iván, es que ha ganado la guerra. Como jugador, su identidad no se encuentra al lado de nombres con poderío curricular, pero si hablamos acerca de la labor que desarrolla entrenando, debemos hacer referencia a un tipo que ha podido avanzar con determinación a la asunción de grandes retos. La historia habla acerca de un tipo luchador, que no se detiene por absolutamente nada. México y Panamá son los países donde ha trabajado y actualmente, está listo para colocarse al frente de un nuevo reto, siendo un profesional capaz y un cazador de opciones.
De madre colombiana y padre zuliano, toda su vida se paseó por El Bosque de Chacaíto, y aunque aquello no era sino una selva de concreto, se convirtió en rey de su universo. Todo comenzó cuando, de niño, se hizo amigo de un novio que para entonces tenía su hermana, quien le presentó el universo futbolístico menor. En La Guacamaya empezó a volar con el balón, y desde entonces, nunca se ha desligado.
Francisco Perlo, entrenador venezolano residenciado en Panamá, lo llamó para sumarlo al proyecto que entonces llevaba por nombre Costa del Este, iniciando labores como preparador físico, y con el devenir del tiempo, asistente técnico. Tuvo que alejarse de Venezuela para comenzar a hacerse un nombre en tierras ajenas.
Después de transitar el país que baila al ritmo de Rubén Blades, los aztecas abrieron una puerta para que Iván llegara en calidad de soñador. Motivado por una decisión familiar, lo lindo y querido era voz de su nuevo paisaje, donde conoció el deseo de superarse desde tocar puertas hasta empezar a rugir.
“Busqué trabajo en varios lugares e ingresé en una academia hincha de los Pumas, que no era filial del club, pero se llamaba Pumas Belem en honor a la zona que representaba. Ahí pude crecer con rapidez con una categoría Sub-12 y luego siendo coordinador de la institución. Al poco tiempo, llegó una opción de más envergadura, trabajando con la filial oficial de las Chivas, que llevaba por nombre Chivas Sangre de Campeón. Fue una hermosa etapa de mi vida, incluso llegando a ser parte del equipo de Tercera División”, recordó.
Y de nuevo, el código panameño volvió a reventar en su celular, esta vez para ser parte del Club Atlético Independiente, debutando en la máxima categoría nacional, siendo campeón y llegando a la penúltima instancia de la CONCACAF Liga de Campeones, eliminando al difícil Toronto F.C. y cayendo antes Kansas City.
Nunca se quedó atrás, y continuó su transitar como entrenador, entre un país y otro, observando El Canal y cambiando de señal para rancheras oír, disfrutando cada momento al máximo, porque el fútbol es un deporte efímero en cada uno de sus sentidos. Vale resaltar sus pasantías en las categorías menores del Caracas F.C., Academia Franco Rizzi, Secasports y Santo Tomás de Villanueva, además de tener un breve paso como director deportivo de La Guaira.
“Mis referentes son Lino Alonso, quien me formó y fue como un padre para mí, porque en él conseguí una guía de vida, ayudándome mucho para entender lo que significa ser un entrenador. Siempre lo llevaré en mi corazón”, expresó.
Después, César Farías es su referente inmediato por las formas, lo que transmite, su intensidad, entrega y procesos que comanda. Mención especial le da a Diego Simeone, por valores, verticalidad, vértigo y pundonor. Todo aquello él lo aplica.
“Los técnicos debemos adaptarnos a las circunstancias del reto, es decir: conectar con los jugadores que tengas. Debemos hacernos fuertes con las herramientas que poseemos. En lo personal, priorizo que los valores sean innegociables, porque aquello está por encima de todo. Es un estilo”, agregó.
Su sistema es 1-4-2-3-1, para poder equilibrar todo y darle libertad al volante 10. La suma de cada parte hace un todo, que, en términos de su pensamiento, representa enaltecer sentidos colectivos por encima de cualquier distinción, viendo en este deporte una extensión de la vida misma, con todo y complejos.
Guerra, comunicador social de profesión, becado por la Universidad Santa María debido a su rol de deportista nato, está listo para la acción, de frente al reto, con la mira en alto y una ilusión tan grande como el corazón que lleva consigo. El camino es largo y aunque entiende lo mucho que debe trabajar para trascender, ningún reto le parece imposible.