Por Miguel Santana – @santanadeportes | En la nave espacial que viaja al pasado, emprendemos con rumbo a 1982 y mientras sobrevolamos espacio venezolano, avizoramos la fragata misilera ARV General Salóm F-25, nuevo elemento al servicio de la Armada Venezolana. Es un bombardero italiano que transita mares guaireños, adquirido por el Gobierno Nacional para fortalecer defensas. Comienza el nuevo calendario con la llegada de una estrella que no sabe qué va a suceder, porque para entonces, es un recién nacido, cobijado por los largos y articulados tramos del Litoral. Le han puesto Richard y mientras da sus primeros pasos, ve a los aviones aterrizando con frecuencia en Maiquetía. Su familia lo va educando con buenos principios y en el fútbol encuentra su pasión para la eternidad.
Su destreza en cada movimiento, la innegable calidad que desde siempre exhibió y una fortaleza mental característica de gente con genes triunfadores, lo llevaron a España para probar suerte con Tenerife, pero la rectitud del hogar, apalancada en una madre que le pidió por favor terminase el Bachillerato antes de llamarse profesional del balompié, le hizo volver al país a cumplir tal misión. Las puertas se abrían para el delantero, quien en Italia desarrolló sus habilidades para jugar fútbol sala, pero siempre entendiendo que su lugar en el mundo estaba jugando al lado de 10 amigos.
Deportivo Italchacao, Carabobo, Estrella Roja y Deportivo Petare fueron sus primeras grandes paradas en suelo venezolano, todo antes de marcharse a Chile, donde brilló defendiendo a O’Higgins; mencionarlo significa hacerle referencia a uno de los tipos más importantes que ha tenido Mineros de Guayana en su historia, aunque también pasó por Zamora y hoy, destroza arcos al servicio del Portuguesa. Blanco no caduca.
199 goles después, encontrarse a tan solo un grito de tan sagrada cifra le hace ver como una persona cuya identidad se asocia a la grandeza, porque no es solo lo que representa como atleta, sino el legado que dejará cuando decida decir hasta siempre. Pasaron cuatro décadas para que el equipo pentacampeón venezolano volviera a la Copa Libertadores de América y en gran parte, ese logro obedece a la experiencia aportada por parte de un capitán por excelencia y exigencia. Será 2024 un año lleno de grandes retos para la carrera del atacante vinotinto, quien, apegado a sus principios, no da espacio a la improvisación y valora mucho cada segundo vivido.
“Cuando estás cerca de cumplir 42 años y recibes varias ofertas de trabajo, es un honor, pero a su vez, un compromiso grande. Siempre trato de dar lo mejor de mí, sin creerme algo que no soy. Me considero un luchador, un guerrero y alguien que da lo mejor de sí para salir adelante”, manifestó el histórico artillero venezolano.
Para Blanco, es fundamental que el fútbol venezolano crezca a partir buen trabajo que se haga dentro de los clubes, respetando los roles de cada quien, y haciendo lo mejor posible para cumplir resultados colectivos, destacando lo hecho en la intimidad de aquellos clubes que cumplen a cabalidad sus compromisos adquiridos.
“Hay cinco equipos que están haciendo las cosas de una manera muy diferente y eso debemos valorarlo. Debemos apuntar todos hacia el crecimiento de nuestro campeonato y de todo aquello que derive en algo positivo para nuestro país. Personalmente, tengo el compromiso de aportar todo lo que pueda”, dijo Blanco.
Casi terminando 2023, la nave está a disposición para continuar viajando, pero no genera una opción para hacer un viaje al futuro. Si pudiera, seguramente nos llevará al grito sagrado de la anotación 200, ya el barco está oxidado, pero el avión bombardea.
